Hay dos datos interesantes de los
que parte este estudio del año 2007, realizado en USA, que presentamos hoy (Woolf, Johnson, Phillips, & Phillipsen, 2007), titulado “Ofreciendo
a todo el mundo la salud de la educación: Un análisis de si un cambio social
salvaría más vidas que los avances médicos”:
- La tecnología sanitaria (medicamentos nuevos y otros avances médicos) ha dejado de tener un impacto positivo sobre el índice de mortalidad, desde hace ya algunas décadas y,
- La mejora de las condiciones sociales y de educación en los estratos sociales más desfavorecidos, por el contrario, sí podría ser una medida que tuviese un amplio y positivo impacto sobre el índice de mortalidad de la población.
Esto es importante, porque como los
autores del estudio comentan en la introducción, los gobiernos están
invirtiendo una cantidad ingente de dinero en comprar medicamentos nuevos y
otra tecnología médica avanzada, a pesar de que no se esté logrando reducir con
esto un parámetro sanitario tan básico como el índice de mortalidad. ¿Hay otras
medidas, aparte de comprar tecnología sanitaria avanzada que pueda tener un
mejor impacto sobre el índice de mortalidad? Si: según los autores mejorar las condiciones sociales, y en
concreto en este estudio, invertir en educación ofrecería mejores resultados
sanitarios que seguir despilfarrando en tecnología sanitaria.
Esto no debería de extrañarnos, al
menos no la primera parte, eso de que seguir comprando tecnología médica
puntera (medicamentos nuevos) no conduzca más que a engrosar las arcas de la
industria farmacéutica y debilitar las del estado. Es conocido ya el estudio
publicado en la revista Prescrire Internacional en el que se analizaron los
nuevos medicamentos comercializados entre los años 1981 y 2000 en el que sólo
un 3% suponían un avance terapéutico. El resto (97%) no suponían ventajas con
respecto a los medicamentos ya comercializados. En el caso de la oncología,
este avance aportado por la innovación de la industria farmacéutica podría
llegar al 10%. Parece evidente por tanto, que se está derrochando dinero en la
compra de tecnología sanitaria, y lo grave de esto, no es lo que se gasta (un
gasto, a diferencia de una inversión, no reporta beneficios como
contrapartida), sino lo que se deja de invertir en recursos que si repercuten
en beneficios sanitarios (tanto para el sistema, como para los pacientes). Es
lo que la farmacoeconomía denomina, el coste-oportunidad. Oportunidades
perdidas porque todas las oportunidades se las llevan la oligarquía de la
multinacional farmacéutica.
Como los autores de este estudio ya
publicaron otro trabajo en el año 2004 demostrando que la resolución de las
diferencias socio-económicas asociadas a diferencias raciales entre afro-americanos
y blancos, supuso que se salvaran 5 veces más vidas que las que se hubieran
salvado destinando los recursos a tecnología sanitaria, entre los años 1991 y
2000. La tasa de mortalidad es mayor entre los estratos sociales más bajos y no
solo por una cuestión de acceso al sistema sanitario, también por otras
cuestiones que repercuten en su vida cotidiana y en la calidad de la atención
sanitaria que reciben (pobreza, calidad de la atención sanitaria, higiene, barrio en el que viven, oportunidades de desarrollo personal...).
Observando el factor “nivel de estudios”, la tasa de mortalidad es 2.3 y 2.7 más elevada en aquellos que tienen niveles inferiores al graduado escolar y aquellos que tienen únicamente el graduado escolar respectivamente, en comparación con los que han ido a la universidad y por ello, eligieron este factor de “nivel de estudios” para ver cómo evolucionaría la curva de mortalidad si se produjese una inversión encaminada a mejorar el nivel de estudios de la población.
Observando el factor “nivel de estudios”, la tasa de mortalidad es 2.3 y 2.7 más elevada en aquellos que tienen niveles inferiores al graduado escolar y aquellos que tienen únicamente el graduado escolar respectivamente, en comparación con los que han ido a la universidad y por ello, eligieron este factor de “nivel de estudios” para ver cómo evolucionaría la curva de mortalidad si se produjese una inversión encaminada a mejorar el nivel de estudios de la población.
Los resultados que obtuvieron
fueron estos:
Lo más destacable, desde mi punto
de vista (y disculpad si me reitero) es evidenciar que estamos perdiendo oportunidades de evolucionar en
resultados sanitarios con el fuerte gasto actual de los gobiernos en tecnología
sanitaria y que deberíamos invertir en mejorar las condiciones sociales,
económicas y educativas, además de en un sistema sanitario de calidad, para de
veras llegar a mejorar la sanidad de los ciudadanos.
Los autores de este estudio obtuvieron un dato
aclamador: la tasa de mortalidad bajaría 8 veces si se invirtiera en
homogeneizar el nivel de estudios de la población en comparación a si se
continúa con el despilfarro tecnológico.
También se quejan de que la
relación entre mejoras sociales, económicas y educativas y su repercusión en
resultados sanitarios es un campo interesante a estudiar, pero que no son
líneas de investigación que se puedan desarrollar convenientemente por falta de
recursos.
Será que no interesa, o dicho de
otro modo, será que lo que interesa es que sigamos pensando que el gasto en
medicamentos es imprescindible si no se quiere un desastre sanitario, y que
esta partida presupuestaria es más fundamental que otras como sistema sanitario
(resto de recursos), educación o pobreza. Es decir que además, insultan nuestra
inteligencia y sentido común…
Paco Mtz.Granados
Trabajos citados
Woolf, S., Johnson, R., Phillips, R., &
Phillipsen, M. (2007). Giving everyone the health of the edutated: An
examination of whether social change would save more lives than medical
advances. American Journal of Public Health , 679-683.
A look back at 2000: overabundance and deregulation. Prescrire Int 2001;10(52):52–4.Un
repaso a 2000: sobreabundancia y la desregulación. Prescrire Int 2001; 10 (52)
:52-4.
Garattini S,
Bertele V. Efficacy, safety, and cost of new anticancer drugs. BMJ 2002;325(7358):269–71. Garattini S, Bertele
V. Eficacia, seguridad y coste de los nuevos fármacos contra el cáncer. BMJ
2002; 325 (7358) :269-71.
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