Nueva York. Siglo XXI. La industria farmacéutica ha conseguido acoplarse a la perfección con el Estado, sociedades científicas, universidades, revistas médicas, agencias reguladoras y sistema sanitario. Tras una convención en el último piso de un rascacielos, acaban de anunciar que han diseñado juntos una inmensa máquina cibernética que ya está recorriendo las calles, y a la que le han llamado King Kong. "No habéis deparado todavía en ella porque tiene la capacidad de camuflarse, pero lleva recorriendo las calles casi veinte años. Hemos decidido anunciar su existencia porque King Kong ha crecido mucho y cada vez nos resulta más difícil ocultar su existencia".
King Kong es una máquina que en primer lugar parametriza a los paseantes de
los que extrae información biológica, fisioeléctrica y sintomática, aún sin
disponer de permiso y a petición de nadie. Está en la calle haciendo screenings,
midiendo la tensión arterial, tomando cifras de colesterol, desarrollando
imágenes del tórax con rayos X, llevando a cabo mamografías, explorando ondas
eléctricas en el corazón, y tomando muestras vaginales de virus. Cada vez le
resulta más fácil encontrar paseantes que den positivo en su umbral, una alarma se enciende. Una pastilla se posa en la boca del
paseante que la ingiere porque un King Kong cibernético le ha dicho que si no
se la toma, su vida se acortará. A King Kong le desarrollan cada vez más su
sensibilidad, cada vez tiene los ojos más penetrantes por lo que detecta hasta
microtumoraciones casi ya a un nivel celular, no hay estructura interna que le
pueda pasar desapercibida. Además a King Kong le regulan el umbral cada cierto
tiempo, porque hay demasiados paseantes que aún con todo, no dan positivo a
nada, y esto supone pérdida de clientes para sus ingenieros, que son sus
padres, y a sus padres, él los quiere mucho. King Kong después de todo es
humano y la lealtad es el sentimiento que más embelesado le tiene. King Kong
cuenta también con técnicas que emplea para asustar a los paseantes que sean
tercos y acaben dejándose de tomar la pastilla, o salgan corriendo despavoridos.
Por eso ha colocado altavoces por toda la ciudad magnificando los parámetros que
mide, configurando un nuevo Olimpo de dioses modernos, todos temerosos. Está
Colesterol que anuncia muertes por obstrucción de arterias, Depresión que
induce a la gente a pensar seriamente en irse de este mundo (muchos porque no
soportan a monstruos como King Kong), Bipolar, un dios desconocido hasta ahora,
pero cuya furia ha crecido y amenaza con ser la nueva epidemia de nuestro
tiempo. Todos hacen uso de los altavoces como trasmisores de pavor. King Kong,
cuando hace parar a un paseante, aún con su alarma encendida, y le muestra la pastilla, ya tiene casi todo
el trabajo hecho. El paseante mira al altavoz que cuelga inmenso de uno de los rascacielos, y sin pensarlo, ingiere la droga. King Kong no duerme aunque a veces está cansado y desde lo alto
de los rascacielos mira a la ciudad, y en secreto, muy en el fondo de su alma
cibernética, espera que un día, uno de esos paseantes, le descubra la belleza
que nunca ha visto, pero de la que intuye su existencia.
Puede que ese día, ya
no quiera ir más a la ciudad.
Paco Mtz.Granados
Faltan los gobiernos dandole platanos al "animalito" y sus secuaces medicos del sistema publico de salud atando virgenes en el tótem para su posterior sacrificio al dios de la medicina...
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